Llegó la hora!!!
A partir del primer instante del 30 de marzo empezaremos a vivir las disputas políticas. En medio de un ambiente convulso y lleno de incertidumbre, la violencia se apodera de la vida social, la discusión es ideologizada sin
argumentos, más preocupante es que el interlocutor no escucha. Si no hay interlocutores válidos la comunicación se cancela. Llego la hora ciudadana, es tiempo de diseñar y construir una ontología del presente, las razones del ahora.
En las campañas electorales se disputa el poder público. La Patria requiere responsabilidad, es imperativo reconsiderar cómo se constituye la sociedad, sobre todo, el régimen de verdad. La fórmula de este periplo es el
diálogo. La exigencia que nos enseña Nietzsche y Foucault es que la verdad no está ajena al poder. Cuando en política hablamos de la verdad, nace de la disputa y de las luchas por el poder. En este debate se producen efectos en las y los ciudadanos y en las instituciones. Las luchas más estériles se dan sin el poder del saber.
Cada sociedad construye su régimen de verdad. En unas horas inicia el gran debate. Demandemos un diálogo respetuoso, un encuentro civilizado de las posiciones, base de una política de la verdad. La ciudadanía ha madurado
percibe, entiende, honra, lo verdadero e impugna lo falso. La verdad está en el poder, tiene efectos de poder. Tengamos presente que el camino más aseado es la verdad, la verdad conduce a la política.
La conversación política no se nutre de la crítica de las ideologías justas o injustas. Lo esencial es que abra paso a la arquitectura de una política de la verdad. De nada servirá que las minervas se renueven si el régimen político, económico, institucional de la producción de la verdad no se renueva. En los partidos políticos se tiene siempre una política revolucionaria; la innovación es arma revolucionaria, recordemos a la generación del 68, la marcha del silencio, demandaron la democratización y cuestionaron el monoteísmo de autoridad y su curiosa constitución de poder de Estado. El diálogo de las campañas deberá acompañar las modalidades virtuales de resistencia de generaciones contemporáneas en un presente compartido. El poder actúa en las secciones electorales, como célula básica de la organización electoral, en ese territorio se muestran fuerzas y resistencias recíprocas.
De esas relaciones nace la simpatía electoral, la participación política, los expedientes de los
compromisos.
El pueblo demanda un compromiso fundamental entre ciudadanía y candidaturas en campañas. Exhorta que el poder se positivo, que se ejerza como diálogo que anticipe futuro en programas, políticas públicas, que el
poder no sea destructivo ni perjudicial. Que la discusión civilizada de los problemas apunte soluciones viables, que no se pervierta el poder de las relaciones políticas. Construyamos el edificio intangible de la confianza, que
la mutualidad sea la garantía de confianzas reciprocas en los conversatorios la verdad. Diseñemos la exigencia de discursos coherentes y esperanzadores.
Que nuestra sociedad no sea dividida entre los que ejercen el poder y los que lo padecen.
Esperamos que las campañas motiven con los programas en pugna como base de un voto enterado; que orienten de manera pedagógica las razones que apoyen los razonamientos del cuerpo electoral; que informen las consecuencias en el futuro de las decisiones colectivas. Es fundamental en política repensar las formas de militancia, pero esencial es valorar los compromisos adquiridos con la fuerza de la confianza de electores y candidatos. Tengo para mí que la confianza es un derecho humano que transita por las avenidas de la ciudadanía libre.
Los políticos en calidad de candidatas y candidatos, me queda claro, no son consejerías y menos de la sobre explotación de la autoestima, deberán producir soluciones, métodos para reivindicar en actos de gobierno las demandas populares. La clase política que demanda el pueblo es la que propone, en todos los foros, los instrumentos de análisis para una mejor comprensión de la realidad y las posibilidades de solucionar los problemas, crear la intensidad del debate cuya única limitante sea respetar al otro.
La desconfianza es el misterio del mal, el final de los tiempos, no entenderlo es necedad. La tolerancia es clave de la convivencia. Los electores tienen derecho a intervenir efectivamente en el orden de la política y las estrategias institucionales, para ello demandan participación activa, no es la obtención del voto sino la diligencia que le da vida. Los próximos tres meses es el tiempo de preparar al elector para ser parte activa de las decisiones que den rostro al Estado democrático de Derecho.
Por: Ignacio Ruelas Olvera